LA CRUZADA POR LA VERDAD / DESDE CABINA

14/05/2025
La cruzada por la verdad / #DesdeCabina
El pasado lunes 12 de mayo, el nuevo Papa León XIV se reunió por vez primera con la «fuente» de periodistas acreditada en El Vaticano, con la finalidad de presentarse formalmente ante los representantes de los medios de comunicación encargados de cubrir sus actividades, tanto en Italia como en el mundo.
Reunidos en el «Aula Paulo VI» en la que los pontífices acostumbran, desde 1971, reunirse en la audiencia general de los miércoles con los fieles católicos que visitan Roma, el Cardenal Prevost – recién electo Papa el pasado jueves 8 de mayo – volvió a referirse a la necesidad de que ahora el discurso de los medios sea «un discurso que desarme» al mundo: «A pesar de que los tiempos actuales son difíciles de navegar y contar, los profesionales de la Comunicación deben afrontar el desafío, poniendo especial atención en el uso cuidadoso de las palabras… Desarmemos las palabras y ayudaremos a desarmar la Tierra.
La ‘comunicación desarmada y desarmante’ nos permite compartir una visión diferente del mundo y actuar de un modo coherente con nuestra dignidad humana».
Y es que desde hace varios años se ha hecho referencia a un fenómeno de comunicación que surgió en el mundo con la llegada de las nuevas generaciones de comunicólogos: la posverdad. Pero qué significa aquello?
La «posverdad» se define atinadamente como la «distorsión deliberada de la realidad, la cual manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en las actitudes sociales».
Hoy lo vemos a diario con quienes son llamados «demagogos» por emplear halagos y falsas promesas que los hace «populares», pero cuyas promesas son imposibles de cumplir, con la finalidad de convencer a la sociedad y convertirla en «instrumento» de sus propias ambiciones.
La Demagogia es una estrategia utilizada para conseguir «poder» a través de la manipulación de las emociones, miedos y esperanzas para ganar «popularidad», frecuentemente mediante el uso de la retórica, la desinformación y la propaganda.
Siempre debemos tomar en cuenta estas «distorsiones» que hoy nos han convertido en una sociedad de la posverdad.
Desde el año 2016 en Europa, ya se advertía sobre dicho fenómeno. Tan fue así que ese año fue catalogado por muchos periodistas y analistas políticos como el «Año de la Posverdad». Ese término es la traducción de «post-truth», elegida la palabra de ese año por el Diccionario de la Universidad de Oxford, considerado el más erudito y completo diccionario de la lengua inglesa, así como la principal referencia para su estudio etimológico.
Su significado se refiere a algo que denota una serie de circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que la apelación a las emociones y creencias personales.
Bajo estos distorsionados términos, quien desee influir en la opinión pública deberá concentrar sus esfuerzos en la elaboración de discursos fáciles de aceptar, insistir en lo que puede satisfacer los sentimientos y creencias de la audiencia, más que en los hechos reales.
¿Se imagina usted, estimado lector, el «golpe bajo» que esto significa para aquellos géneros periodísticos cuyos principios radican en transmitir la verdad de los acontecimientos, tal cual como sucedieron y tal cual como nos enseñaron por décadas en las facultades de Periodismo en el mundo?
La verdad, frente a la post-verdad, ha quedado totalmente devastada, destruida. Hoy, la verdad pareciera un artículo en desuso. Hoy se miente con una facilidad increíble y pocos se atreven a cuestionar la falsedad emitida.
Es por ello que la posverdad es totalmente incompatible con el buen periodismo, con el ejercicio honesto y profesional del trabajo de la Comunicación que siempre va tras la verdad. Hoy, poco a poco comienza a dejar de comunicarse la verdad. Ésta se ha vuelto relativa. Todo el mundo ya es relativo. Todo depende – pareciera – de cómo apele yo, comunicador, los sentimientos de la audiencia y de cómo transmita mi creencia por encima de la creencia de los demás. Por ello, la «posverdad» es además de todo intolerante, porque está destinada a imponer «mi verdad» por encima de «la verdad en sí misma».
Profunda y desafiante tarea ha encomendado el nuevo Papa a los comunicadores, principalmente católicos, que laboran en los medios de comunicación; los tradicionales y los que hoy emergen llamados alternativos, gracias a la tecnología del internet y las redes sociales.