DOÑA CARLOTA DISPARÓ POR TODOS: LA PATRIA SITIADA / OPINIÓN ABOGADO NAKACHI

14/04/2025
Doña Carlota disparó por todos: la patria sitiada / #Dimittis
Doña Carlota disparó. No gritó. No suplicó. No se disculpó. Jaló el gatillo. Porque —según ella— querían quitarle su casa. Su espacio. Su dignidad. Y no estaba dispuesta a entregar ni lo poco ni lo último que le quedaba.
Esa imagen, cruda y estremecedora, desató una ola de reacciones. Pero más allá del morbo o el escándalo, hay algo profundo en ese gesto que debe dolernos como país: cuando una abuela se arma y mata, no solo está defendiendo una propiedad, está enviando un mensaje. Un grito. Un rugido de desesperación.
Porque si la abuela mata, ¿qué nos está diciendo como sociedad?
Nos dice que el Estado ya no sirve, que la justicia es una ilusión, que la ley protege al poderoso y revictimiza al pobre. Nos dice que, ante la impunidad, la única salida es la justicia por propia mano. Que la vida se volvió un terreno de guerra donde cada quien cuida lo suyo con las uñas.
Nos dice que el pacto social está roto. Nos evidencia que esta sociedad mexicana de siglo XXI está fracturada. Y hay que decirlo como es: siempre fue el plan original del embustero tabasqueño.
Y en medio de todo esto, las señales se acumulan como presagios. Ahí está el engañabobos saludando a la madre del Chapo Guzmán. Ahí está la normalización del narcopoder, de la corrupción, de la muerte. Vivimos en un país donde la tragedia se volvió costumbre y la dignidad un privilegio.
¿Y la oposición? Desaparecida. Cómplice. Incapaz.
¿Dónde están Alejandro Moreno, Marko Cortés, Jesús Zambrano, Manlio Fabio, Peña Nieto? ¿Dónde está el bloque que prometía contener el avance autoritario? ¿Acaso Alito no sabía del pacto de destrucción desde el inicio? ¿Optó por quedarse con las migajas de un PRI moribundo a cambio de su silencio? ¿Eligieron la comodidad del reparto antes que la incomodidad de resistir?
Nadie alza la voz. Nadie detiene el desmantelamiento institucional.
Y mientras tanto, avanza la reforma judicial: una farsa que concentra poder, destruye contrapesos y entrega la justicia a estos gañanes. Es el golpe final a una democracia que ya respira por tubos.
¿Estamos al borde de una guerra civil? No la de fusiles y trincheras, sino la silenciosa, cotidiana: la del vecino que lincha, el ciudadano que se arma, el pueblo que decide que ya no hay ley más que la propia.
Los viejos que mandan señales
Hay gestos que atraviesan los siglos. No necesitan arengas ni micrófonos: con un acto basta. Y aunque muchos miran a Doña Carlota como una criminal o una víctima, otros la leemos como lo que es: un símbolo viviente, una advertencia encarnada.
Porque en la historia, también los viejos han hablado cuando nadie más se atrevía.
Benito Juárez, ya enfermo, resistió desde la silla presidencial con la certeza de que su sola presencia contenía el regreso del imperio.
Mandela salió de prisión con arrugas y dignidad, y pidió reconciliación, no revancha.
Y ahora, Doña Carlota. Sin plan, sin estrategia, sin ideología… solo con su rabia. Y sin saberlo, nos dio un mensaje que trasciende:
“Esta casa es mía. Esta patria es nuestra. Y no nos la van a quitar sin pelear.”
Ese disparo no fue solo un crimen. Fue un eco. Una memoria ancestral. Una nueva leyenda popular en un país donde los símbolos hablan más que los políticos.
Y en ese contexto, la imagen de una abuela armada no es solo escándalo. Es advertencia. Es símbolo. Es el país que se nos fue… y que quizá no regrese jamás.
Huroneo
Con cariño y sin anestesia para el señor Armenta.
Se viralizó la amenaza pública del gobernador que dijo que con todo respeto y cariño, amenazó en público la expropiación de cuatro hectáreas de Grupo Proyecta, uno de los complejos inmobiliarios más importantes del estado.
¿La razón? Nadie la entiende del todo, pero todos entienden el mensaje: “Aquí mando yo. Si no pagas tributo, pierdes.”
No es justicia social. Es revancha. Es prueba de laboratorio de socialismo y fascismo. Es cobro de piso con papel membretado. Es el poder usándose como garrote.
Y aquí, desde esta tierra que huele a maíz, a café y a dignidad, alguien debería decirle a Armenta —con todo respeto y cariño, también— que los poblanos no son súbditos ni botín electoral.
Abue, ayúdanos porque en México ya no tenemos Estado de Derecho. Como en tiempo del finado Barbosa, una vez más Puebla con el priista de hueso colorado, Armenta, vuelve a ser laboratorio del ataque final a nuestras garantías individuales.