CULTURA POPULAR VS. APOLOGÍA DEL DELITO / OPINIÓN DE RODRIGO GONZÁLEZ ILLESCAS

14/04/2025
Cultura popular vs. Apología del delito / #PuntoDeQuiebre
Lo sucedido en la Feria del Caballo en Texcoco, Estado de México, no puede pasarse por alto.
Este histórico palenque, donde han brillado figuras icónicas como Vicente y Alejandro Fernández, ha sido durante décadas símbolo de la cultura popular mexicana.
Sin embargo, lo ocurrido recientemente abre una discusión compleja sobre los límites entre tradición, entretenimiento y la normalización de la violencia.
Luis R. Conriquez, cantante de corridos tumbados y narcocorridos, fue protagonista de un polémico episodio al acatar la prohibición del Gobierno del Estado de México de interpretar sus temas más representativos.
El resultado fue caótico: los asistentes, enardecidos, dañaron el recinto, expulsaron al artista y protagonizaron escenas que merecen una profunda reflexión.
Este hecho nos lleva inevitablemente a una serie de preguntas: ¿La violencia ha permeado tanto que ya forma parte de nuestra cultura popular?
¿La narcocultura se ha fusionado con la identidad colectiva al grado de ser aceptada y celebrada? ¿Los corridos tumbados son simples expresiones musicales o vehículos de apología del delito?
Así como mi generación creció admirando y replicando la lucha libre mexicana como un símbolo de heroicidad y resistencia, hoy, las nuevas generaciones se están formando a través de referentes distintos: música, videojuegos, series de televisión y redes sociales que muchas veces glorifican al crimen organizado.
Esta mezcla de cultura popular con narco cultura se arraiga en un país marcado por la desigualdad, la falta de oportunidades, la desintegración familiar y un sistema educativo que, en muchos casos, falla en ofrecer alternativas.
Todo esto, sumado a una política pública que prioriza los «abrazos y no balazos», ha contribuido a una realidad dolorosa: la violencia no solo se vive, también se canta, se consume y se celebra.
La discusión está abierta. La cultura popular debe ser un espejo de nuestra identidad y nuestras aspiraciones, no un reflejo de la violencia que nos lacera. ¿Dónde trazamos la línea entre expresión artística y apología del delito?