- El engaño populista
Por Nakachi
Caminamos a la mitad del gobierno del presidente López Obrador, ya sin pudor alguno todos los días nos miente con un nivel de cinismo que evidencia atender su salud mental.
De acuerdo a cifras de la Consultora SPIN de Luis Estrada, para el cierre del 15 de octubre de 2021 (SPIN CP, 2021), el presidente, llevaba en su nada envidiable record, 64 mil 152 afirmaciones no verdaderas o mejor dicho, mentiras, lo que arroja que en promedio espete noventa falacias por conferencia. ¡Noventa? ¿Quién en su sano juicio podría echarse noventa mentiras sin ruborizarse?
Y es que si bien todos los seres humanos de algún modo mentimos, la cosa se pone alarmante cuando las mentiras son endilgadas por el presidente de la república como medio de una construcción más perversa aún: el engaño populista. México en este tiempo aciago está infectado de populismo y demagogia. Paso a matizar.
Existe diferencia entre mentir y engañar. La mentira es espontánea y por lo regular quien miente intenta ocultar o justificar un error; en cambio, el engaño es calculado, planeado, deliberado y persigue fines escondidos. A esto me refiero con la perversidad de mentirnos para engañar a una nación todos los días desde el ejercicio del poder. Y con nuestros recursos lo que lo hace peor aún.
¿Y el populismo? Para definirlo, cito a Alfonso Galindo: “El populismo critica radicalmente las instituciones, las considera coactivas, asfixiantes y no representativas. Frente a ellas, idealiza la pura voluntad del pueblo, cuya representatividad reclama en exclusiva y a la que considera realizable sin mediación alguna” (Galindo, 2015).
Dicho lo anterior, ¿es digno de confianza un empleado que intenta engañarlo todos los días? ¿Confiaría en su socio después de que ha descubierto que lo ha venido engañando en por lo menos tres años? ¿Podría usted vivir tranquilo con quien sabe que le miente y engaña todos los días?
Lo que estamos viendo en este país no es normal. Estamos siendo testigos de cómo se destruyen instituciones, órganos reguladores de pesos y contrapesos, ataques a periodistas independientes, pero también el contubernio con zalameros del poder disfrazados de periodistas, inseguridad desbordada, una pandemia fuera de control, cientos de niños con cáncer falleciendo porque fueron abandonados a su suerte para recibir sus tratamientos oncológicos, escándalos de corrupción por parte de militantes destacados del partido en el poder, asignaciones directas en niveles jamás vistos, ataques a instituciones educativas, la permanente intentona por controlar el INE y lo que es inaudito: vemos al presidente que juró cumplir y hacer cumplir la Constitución, todos los días violarla flagrantemente sin consecuencia alguna.
Pero peor es aun ver a miles de gentes que pese al “tsunami” en el que estamos, siguen apoyando, aplaudiendo y confiando en el demagogo que se relame los colmillos como lobo ante la candidez de sus ovejas a las que trasquila la antesala al matadero.
Una explicación a este fenómeno la ha dado de modo magistral el analista Macario Schettino:
América Latina no ha podido ser exitosa, ninguno de los países latinoamericanos se ha hecho un país desarrollado, el único que lo estaba logrando era Chile […] decidieron hacer una nueva Constitución, ellos dicen que ésta se las heredó un dictador y que quieren hacer una distinta, pero este no era el mejor momento para hacerla […] Este es un momento de angustia, de miedo, donde la gente está buscando cómo defenderse, haciendo estas comunidades ficticias alrededor de señales de identidad, color de piel, género, preferencia, religión y también es un momento en el que la gente busca a estos líderes de corte macho alfa: agresivos, autoritarios, irresponsables para que los defienda (Macario Schettino [titular], 2021).
En Cómo mueren las democracias de Levitsky y Ziblatt describen que a diferencia de casos como los de Chile en 1973, Egipto en 2013 o Tailandia en 2014 que su democracia “murió” por la vía militar, hay otros modos de “matar” las democracias. Los cito: “[…] existe otra manera de hacer quebrar una democracia, un modo menos dramático pero igual de destructivo.
Las democracias pueden fracasar a manos no ya de generales, sino de líderes electos, de presidentes o primeros ministros que subvierten el proceso mismo que los condujo al poder” (Ziblatt, 2018, pág. 9). Cuando hablo de engaño, se viene a mi memoria el criminal régimen cubano de los hermano Castro. Fidel, jamás presentó en su “programa revolucionario” el comunismo, fue que instalado en el poder dio un vuelco de ciento ochenta grados para con su encanto verbal seducir al pueblo y “convencerlos” a base de propaganda que ese era el mejor camino. Hoy vemos con impotencia el sufrimiento que viven los cubanos por librarse del yugo que ha condenado a toda una nación a la más vil de las miserias.
De vuelta en México, otro de los engaños es el que versa sobre el ejercicio que se nos viene en 2022 sobre la figura de revocación de mandato. Es delirante observar cómo es el propio presidente quien lo promueve y no la oposición mediocre que tenemos en esta coyuntura, ¿qué pretende? ¿Qué hay por debajo de esa propaganda? ¿Por qué echar a andar todo el aparato gubernamental bajo la celada, no de revocación sino de “ratificación de mandato”? Se estruja el alma cuando revisamos la historia de los gobiernos de corte populista como el venezolano chavista y no podemos engañarnos, pues el autoengaño es peor: el régimen obradorista sigue a pie juntillas la ruta venezolana dictatorial.
En un acto autoritario, tal salteador que ejecuta su obra en la oscuridad, la noche del pasado 22 de noviembre, el titular del ejecutivo federal argumentando como de “interés público y seguridad nacional” sus obras de infraestructura emblemáticas, expidió un decreto para protegerlas, violando en cascada una larga lista de derechos. Ante el cuestionamiento, la respuesta presidencial fue una vez más con engaño: “Es un acuerdo para agilizar trámites”.
Ver los niveles que mantiene de popularidad el presidente, pese al desastre en el que ha metido al país, son de dar terror. Es difícil no preguntarse: ¿qué tenemos que ver como sociedad para reaccionar? ¿Será que tendremos que valorar nuestra libertad después de que no la arrebate el régimen? ¿Recuerdan el López Obrador, candidato presidencial, siempre riguroso con el poder? ¿Qué diría ese candidato del López Obrador ya como presidente, que ha militarizado a lo largo y ancho el país?
Dando honor a la verdad, no toda la responsabilidad es del gobernante populista, mucho ha tenido que ver la ciudadanía que no despierta y que en la actitud mezquina de estirar la mano, más la polarización que atiza el populista, se vuelven caldo de cultivo para hacer más sólido el vínculo perverso.
Dicho en palabras de Alfonso Galindo: “La extensión de la plaga populista debe mucho a un clima de crisis de los partidos políticos en general, y de los gobernantes en particular, debido a la corrupción” (Galindo, 2015), así, el pueblo bueno y sabio deposita en manos de un sádico su futuro porque no quiere crecer y asumir con responsabilidad los desafíos y retos de la adultez. Somos un país de eternos adolescentes.
Existe una anécdota cultural pero que es significativa para cualquier materia; sucedió en la Cuba totalitaria de Fidel Castro, de quien se dice (al igual que lo hizo Mussolini y el mismo López Obrador con el cariz de “transformación”) llegó a decir en una de sus muchas arengas, en esa ocasión a un grupo de artistas: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”.
Fidel Castro estaba diciéndoles a poetas, pintores, músicos y demás que cada línea de sus textos, cada brochazo sobre sus lienzos o nota sacada de sus instrumentos melodiosos, iban a ser evaluados a partir de una posición ideológica. Se cuenta que en medio de la catarata verbal del barbado líder, algunos artistas se atrevieron a intervenir. Uno de ellos, Virgilio Piñera, pequeño, delgado, gay y poeta, le espetó una observación ontológica: “Yo no sé ustedes pero yo tengo miedo, tengo mucho miedo”.
Y con la misma se sentó para molestia del orador y risita contenida de la concurrencia. Casi dos décadas después de aquel día, el autor de Dos viejos pánicos moriría en el mayor de los ostracismos editoriales, denigrado como homosexual y apartado por su incómoda postura ante los asuntos del poder (Sánchez, 2011)
Si con todo lo que vemos en Venezuela, Nicaragua o Cuba y nuestro país, no advertimos que este país se nos hace añicos, al igual que Piñera, yo también tengo miedo… tengo mucho miedo. Mas no podemos quedarnos de brazos cruzados; debemos pasar a trabajar desde nuestra trinchera para abrirle los ojos a la ciudadanía, curarnos de la plaga populista y seguir el camino de la democracia en las urnas. Cuando se vayan, habrá mucho que reconstruir.
En el peor de los escenarios, es nuestro deber señalar dónde estamos parados para que en el futuro nadie se diga engañado que cuando se decía que íbamos hacia el despeñadero no fue en el gobierno de Peña Nieto, sino en éste. Pasamos de la vieja preocupación del qué México van a recibir nuestros hijos en el futuro, al qué México les dejaremos nosotros. No escaparemos al juicio de las futuras generaciones.
Referencias
Galindo, A. (13 de julio de 2015). El Mundo . La plaga del populismo en España. Recuperado el 1 de diciembre de 2021, de https://www.elmundo.es/opinion/2015/07/13/55a25c1546163f7d088b4579.html
Macario Schettino [titular] . (2 de diciembre de 2021). Fuera de la caja [podcast]. Fuera de la caja, Spotify. Recuperado el 5 de diciembre de 2021, de https://open.spotify.com/episode/4tZX4H1RTZ2QbPCz4YU9tn?si=tR14Se_FRIaHZCaeW_nMiw
Sánchez, Y. (2011). Tengo miedo, tengo mucho miedo. Letras Libres, 35-38. Obtenido de https://www.letraslibres.com/mexico-españa/tengo-miedo-tengo-mucho-miedo
SPIN CP. (16 de octubre de 2021). SPIN Taller de Comunicación Política. Recuperado el 1 de diciembre de 2021, de http://www.spintcp.com/conferenciapresidente/infografia-62/
Ziblatt, S. L. (2018). Cómo mueren las democracias. (G. D. Gil, Trad.) Titivillus.