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HABLAMOS DE SANGRE. CARMESÍ. MITOS DESANGRADOS

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Libro Carmesí

CARMESÍ. MITOS DESANGRADOS

CULTURA SOBRE RUEDAS
Pilar Jiménez Trejo / Cultura Sobre Ruedas

06/03/2024

Hablamos de Sangre. Carmesí. Mitos Desangrados 

#CulturaSobreRuedas

Carmesí Portada

A unos días del 8M, fecha en que las mujeres marcharemos para seguir intentando un mundo inclusivo, mientras las cifras en nuestro país suman al año más de 3 mil mujeres, niñas y adolescentes asesinadas, y es casi seguro que México tendrá su primera mujer presidente, hoy a las 19 horas se presenta un libro en el Salón Club de Industriales (Andrés Bellos 29. Polanco. Cp 11560 CDMX).

Se trata de Carmesí. Mitos desangrados, un libro realizado por Gwenn-Aëlle Folange Téry y Florentina González Alanís, quienes se dieron a la tarea de encarnar el tema con historias de muchos de muchos lados, de varias personas, compiladas, y a veces redactadas por ellas para expresarse libremente de esta sangre.

El libro se presenta esta tarde con la participación de las autoras y los escritores Mónica Lavín y Mauricio Carrera, la moderación correrá a mi cargo.

Un libro necesario e indispensable en el que en su prólogo de presentación Mónica Lavín advierte: “Hay un punto de inflexión ineludible en la biología de las mujeres: la menstruación (…) Un tema tan común que es experiencia de la mitad de la población del mundo y del que se habla poco, sobre todo en nuestras sociedades permeadas por la culpa, por la manzana de Eva.

Por eso celebro la reunión de textos necesarios que nos ocupa para abrir la conversación sobre el tema”.

Carmesí

Mientras en una de las narraciones títulado “La repulsión”, Gwenn-Aëlle Folange expone: “La sangre que mana de una herida no es sucia, ¿pero la que corre por las piernas, sí? ¿Qué pasa? ¿Qué tiene de tan diferente esa sangre?…

Para entender el atraso en la historia de la humanidad sobre este tema, que es tan natural como respirar, comparto aquí un fragmento del texto “Convertir el vino en vida y vinagre”, que preparó para el libro Florentina González y que ilustra el oscurantismo en el que se ha vivido desde que surgieran las primeras civilizaciones hasta nuestros días:

Texto al que acompaña un poema de Gioconda Belli:

Mis hormonas

están alborotadas,

me siento parte

de la naturaleza.

Todos los meses

esta comunión

del alma

y el cuerpo…

Hablar de la menstruación y de lo que representa este acontecimiento es la principal intención de Carmesí, un tema que de alguna manera sigue siendo un tabú al que resulta difícil llamarlo por su nombre, y aún puede suponer vergüenza.

Aquí hablaremos de sangre, porque este libro busca mitigar un tópico que ha sido superstición en la sociedad desde el origen del mundo con creencias que se han transmitido generación tras generación hasta nuestros días.

Hablar sobre la menstruación ha sido muy difícil para abuelas y madres por siglos; y para los hombres que decidían, o se les ordenaba, era una conversación vetada.

En la Roma clásica, la tradición popular y religiosa le imputaba a la menstruación efectos peligrosos.

El principal divulgador de estas ideas fue Plinio El Viejo (23-79 d.C.) que en su Naturalis historia afirmaba que nada era más poderoso, para bien y para mal, que la sangre menstrual de las mujeres.

Plinio pensaba que la mujer podía estropear los campos de cultivo, hacer abortar a los animales, incluso convertir el vino en vinagre.

El Talmud judío profesaba: “Una mujer menstruante es impura por siete días y tiene que realizar un ritual de impureza aun si ella sangra por menos de siete días (…) Un hombre que cohabita con una mujer menstruante merece una pena de muerte celestial y es azotado por decreto rabínico”.

La Biblia, Levítico 15, reforzaba: «Cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su cuerpo, siete días estará apartada; y cualquiera que la tocare quedará impuro hasta el anochecer».

En el Corán las cosas no eran tan distintas: «Es dañina, así que manténganse alejados de las esposas durante el sangrado. Y no se acerquen a ellas hasta que estén puras».

Para los antisemitas del medievo se trataba de “la enfermedad femenina”. Aún ahora algunas tribus africanas creen que si una mujer menstruando comparte la cama o la comida con un hombre, afectará su virilidad.

Y es que este oscurantismo tiene sentido, pues es hasta los anales del siglo XX que el origen de la menstruación estaba simbolizada en conceptos filosóficos, mitológicos y astrales, cuyo patrón común era la inferioridad y la imagen negativa de la mujer frente al hombre.

La relación de la función ovárica con la menstruación se debió a Egner de Graaf (1641-1673), médico anatomista de los Países Bajos, cuando en 1672 gracias a la reciente invención del microscopio, descubrió la presencia de los folículos en los ovarios y pensó que podían tener alguna función en la reproducción.

A lo largo de los siglos siguientes se descubrieron más funciones del útero, pero se continuaba atribuyendo a la menstruación orígenes extraños. Fue hasta el siglo XX en que el misterio del origen de la regla comenzó a desvelarse.

Según V.C. Medvei, en su libro A History of Endocrinology, en 1908, dos médicos de la Universidad de Viena, Fritz Hitschmann (1870-1926) y Ludwig Adler (1876-1958) presentaron un meticuloso estudio que propició comprender el origen y las funciones fisiológicas de la menstruación.

Carmesí

La palabra menstruación proviene del latín menstruus (menstruo) que deriva de la palabra latina menses (mes, ciclo lunar, lunación) y se vincula al carácter cíclico de la Luna que se produce aproximadamente cada 28 días.

La menstruación ha tenido un gran impacto social mitificado por varias culturas; incluso algunas sociedades consideraban o ven a la menstruación como algo poderoso y sagrado. Pero esta visión positiva es visiblemente minoría.

Por siglos nadie estaba preparado o autorizado para nombrar o hablar del tema y menos explicarlo, a pesar de que se trata de un hecho que sucede cada mes durante casi 40 años en la vida de una mujer; y que ahora sabemos que cuándo se terminan los óvulos, llega la menopausia.

Entre los 50 a 65 mililitros de sangre

La regla, estar en tus días, estar indispuesta, el periodo… en el mundo hay al menos cinco mil maneras diferentes de referirse a la menstruación sin mencionarla.

Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, interpretó que se evita llamarla por su nombre por el miedo del ser humano a la sangre.

Pero en realidad no se trata de llamar a las cosas por su nombre, sino de tener vergüenza por pedir una toalla o un tampón y llevarlo a escondidas al baño para ponerlo.

En el siglo XXI en algunas regiones del planeta sigue siendo un tabú. Por ejemplo, en Nepal, un país budista, pero con mayoría hinduista, hay una costumbre llamada: chhaupadi, que obliga a las mujeres hindúes que tienen la regla a permanecer apartadas de su casa, hasta finalizar su periodo tienen prohibido tomar el sol, estar con hombres o participar en los eventos de la vida cotidiana pues se les consideran “impuras”.

En 2005 la Suprema Corte de Nepal prohibió esa práctica, sin embargo, aún es usual en comunidades rurales.

Dada la evolución y compresión en torno a la menstruación, puede ser entendible que en pleno siglo XX ni las niñas, ni los niños estaban informados para conocer su cuerpo y su evolución, menos los cambios en su aparato reproductor.

Nunca, Euridice García Díaz

Sobre todo de las mujeres se inventaban historias dramáticas, incluso exageradas de terribles leyendas que provocaban miedo y timidez de saber que algún día llegaría la menstruación.

Incluso para la generación nacida en la década de los cincuentas y sesentas del siglo pasado, era un suceso del que se continuaba sin dialogar, era un misterio que las mujeres tenían que descubrir solas, con miedo, pudor y vergüenza ante un acontecimiento que es un signo vital del cuerpo femenino y una muestra de que se está sana.

En la actualidad la menstruación es una forma de comprobar la perfección con que funciona el cuerpo femenino; inicia cuando se termina la pubertad, y la mujer ha adquirido la madurez sexual.

La primera regla en la vida de una mujer se llama “menarquia” y se produce normalmente entre los 10 y 15 años, cuando todas las partes del sistema reproductivo han madurado y funcionan conjuntamente.

A partir de ese momento, todos los meses, el cuerpo se prepara para un posible embarazo. Durante el ciclo un óvulo madura dentro de una especie de envoltura llamada folículo, en uno de los dos ovarios, y se libera en la trompa de Falopio –descubiertas por el anatomista italiano Gabrielle Falloppio–, desciende hacía el útero, que se prepara para un posible embarazo, si el óvulo no encuentra ningún espermatozoide, el útero se desprende de su recubrimiento junto con el ovulo y el cuerpo los elimina de manera natural.

Esta es la sangre menstrual, que sale del cuerpo a través de la vagina. Su volumen puede variar entre los 50 a 65 mililitros.

La menstruación no es sucia ni tóxica, es solo la combinación de sangre, células y fluidos que nuestro cuerpo ya no necesita.

Puede ser o no dolorosa; el cuerpo pasa por muchos cambios debido a que las hormonas suben y bajan, producen energía que puede influir en la psique, provocar emociones fuertes, cambios de humor, ataques de llanto… en fin es nada más el cuerpo haciendo su trabajo.

Dichosamente desde inicios del siglo XIX, en las zonas urbanas y escolarizadas de México, las cosas están empezando a cambiar.

En un mundo machista y patriarcal que ha resultado difícil cambiar, sabemos que no estamos descubriendo el hilo negro y que ya otras mujeres se han adelanto a abrir el tema, como en las representaciones subversivas de la menstruación en el arte contemporáneo.

Por citar un ejemplo quiero mencionar a la artista Sarah Levy, quien en 2015 retrató el rostro furioso de Donald Trump atacando con comentarios machistas a la periodista Megyn Kelly que lo cuestionó, en un debate, sobre sus insultos hacía las mujeres; con la ayuda de un tampón, un pincel y su sangre, la obra de Levy, titulada Whatever, dio la vuelta a la misoginia del entonces presidente de los Estados Unidos.

También incide la petición de la escritora y periodista española Rosa Montero quien en su novela ensayo autobiográfica La loca de la casa (2003) argumenta cómo los escritores (hombres) han elaborado en la literatura el modelo de mujer que ellos suponían, y demanda a las escritoras nombrar (o renombrar) su universo: “Resulta que las mujeres sangramos de modo aparatoso y a veces con dolor todos los meses, y resulta que esa función corporal, tan espectacular y vociferante, está directamente relacionada con la vida y con la muerte, con el paso del tiempo, con el misterio más impenetrable de la existencia.

Pero esa realidad cotidiana, tan cargada de ingredientes simbólicos (por eso los pueblos llamados primitivos suelen rodear la menstruación de complejísimos ritos), es sin embargo silenciada y olímpicamente ignorada en nuestra cultura.

Si los hombres tuvieran el mes, la literatura universal estaría llena de metáforas de la sangre. Pues bien, son esas metáforas las que las escritoras tenemos que crear y poner en circulación en el torrente general de la literatura” .

Rupi Kaur, poeta y pintora canadiense de origen indio, nacida en Punjab, con padres se mudaron a Toronto, Canadá, cuando ella tenía cuatro años de edad, escribió:

«Yo sangro cada mes para hacer posible la humanidad. Mi vientre es hogar de lo divino. Una fuente de vida para nuestra especie. Decida yo a crear o no. Pero muy pocas veces se ve así.

En civilizaciones más antiguas esta sangre se consideraba sagrada, en algunas aún lo es. Pero la mayoría de la gente, sociedades y comunidades rehúyen a este proceso natural.

Algunos se sienten más cómodos con la pornificación de las mujeres, la sexualización de las mujeres, la violencia y la degradación de las mujeres. Nosotras menstruamos y ellos piensan que es sucio, que buscamos atención, es una enfermedad y una carga.

Como si este proceso fuese menos natural que respirar. Como si no fuese un puente entre este universo y el anterior. Como si este proceso no fuese amor, trabajo, vida, generosa e impresionantemente hermoso».

En Carmesí desgranamos la historia de ese “Mito” con sororidad, sostén y acompañamiento ante el placer del cambio: la menstruación como fuente de poder y sabiduría, de rito iniciático y cambio emocional.

Es importante aceptar que la menstruación va más allá del entorno exclusivo de la mujer: se debe entender como un asunto que excede el campo privado, en tanto que involucra al grupo social en el que se desarrollan las mujeres y exalta sus vidas personal y socialmente.

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