¡EL INE NO SE TOCA PRESIDENTE! PLUMA LIBRE
La Opinión de Rolando Nakachi
¡El INE no se toca, presidente!
En el cierre del 2022, en este escenario político nos hallamos los mexicanos: un gobierno reprobado en todos los rubros. Con un presidente popular que a pura saliva se la vive esculpiendo la realidad. Que siembra odio entre sus seguidores hasta robustecer la patraña fundacional de su “movimiento”, el supuesto fraude electoral de 2006.
Ya encarrerados, ahora quieren darle la última estocada a la república democrática, capturando al INE. El país en manos de unos viles tramposos con una filia patológica hacia el poder por el poder.
Por su parte, tenemos una oposición cobarde −salvo sus extraordinarias excepciones−, timorata por sus enjuagues del pasado, apabullada y escondida por el presente aciago; eso sí, en su mezquindad cuidando sus prerrogativas del futuro.
En general, han sido poco dignos representantes populares en este tiempo oscuro para la república. Que sepan de una vez que no lo olvidaremos.
Para cerrar el triángulo, somos una ciudadanía recargada en su clase media, trabajadora, que no está esperando que el Estado le otorgue una migaja bajo el cariz de becas o estímulos, sino que salen diario a partirse la madre para llevar lo básico a sus hogares; y por supuesto, a millones de desencantados por el engañacándidos, que ante la descarada intentona por robarse la democracia mexicana, levantamos la voz para exclamar: ¡Ya basta, presidente!
Es necesario hacer un recuento. Veamos.
Conforme va caminando el tiempo, nos acercamos al ocaso del gobierno de López Obrador. La ruta hacia la presidencia fue muy larga, tuvo que intentarlo más de dos ocasiones y con dos partidos distintos, hasta que en la tercera la alcanzó. En la parafernalia, levantó tantas expectativas que hoy nos queda claro −por mucha saliva− que jamás serán cumplidas.
Cuando se conoce su génesis en la política, es cuando se explican tantas cosas. Priista de cepa, de ese PRI en Tabasco que lo dominaba todo como herederos de la “revolución”. Pero que estaba vinculado al gran dinosaurio federal, como parte del aparato corporativo hegemónico.
La “dictadura perfecta” lo controlaba todo, aun la organización de las elecciones a través de Gobernación para imponer con fraudes electorales, como el de 88, a gobernantes nada dignos de emular. Este anacrónico sistemita es el que tanto entusiasma en siglo XXI al presidente morenista.
La víspera de cumplir sus 69 años de edad, al presidente de México, la terca e inexorable realidad le otorgó un regalo anticipado en el cambio de la banda presidencial: durante el exceso de tiempo para emerger en ambiente de ociosidad en Palacio Nacional, avizoró el escarnio público del que será objeto dentro de muy poco, cuando se retire a La Chingada.
Se unirá al grupo nada envidiable de expresidentes populares en el poder, pero repudiados de forma perpetua: Echeverría, López Portillo, Carlos Salinas.
López Obrador, tal como lo dictan las reglas del poder, jugó sus cartas. En algo inédito en la política mexicana, el prestidigitador nato, como respuesta a su derrota en la elección intermedia de 2021, cuando perdió el control absoluto del Congreso, adelantó la sucesión presidencial.
Su juego del tapadismo es perverso desde el ángulo que se le vea. Él mismo los lanzó al precipicio, amén de que ninguno de sus candidatos entusiasman ni al más radical de los morenistas.
Ahora bien, no perdamos de vista que este equilibrio del poder, se gestó en las urnas, gracias a las instituciones electorales que el país construyó en los últimos 25 años; es decir, gracias al voto ciudadano. Cualquier intento por quitarnos este contrapeso, es un atentado contra la democracia y obvio, contra el pueblo de México.
A estas alturas del partido, resulta absurdo promover un cambio constitucional en materia electoral. Sólo evidencia el tamaño de desesperación en Palacio. En el drama mexicano, donde esta administración le ha pasado cuchillo a prácticamente todo el entramado institucional, si el INE ha sobrevivido es gracias a la resistencia ciudadana.
Desde 2014, el INE ha instalado 400,000 casillas en elecciones federales y locales. Ha contabilizado más de 320 millones de sufragios ciudadanos. Sancionó a Amigos de Fox y el Pemexgate. Gracias al INE, pudo haber alternancia en la presidencia en México y abrirle la puerta del Ejecutivo al obcecado López Obrador.
El órgano electoral generó cambios en la alternancia del poder que hoy el aspirante a autócrata no está dispuesto a compartir. No solo no sabe perder, tampoco ganar.
Junto con sus comisarios, ya leyó el presidente que con las reglas democráticas actuales no les alcanza para la continuidad de la “transformación”. Están más que desesperados porque también se ha ido desmoronando a pedazos ese mito de los supuestos 30 millones de simpatizantes. Súmele que se han “quemado” todos los ahorros, fondos, fideicomisos y cochinitos que el país juntó en los últimos 18 años.
Otra realidad de espanto para el presidente “todopoderoso”: cada día se va quedando sin fondos (por lo menos legales); más solo y conforme se acerque el fin de la pesadilla, muchos por salvar el pellejo, seguirán saltando de la nave de los locos.
Basta con escuchar al titular del Ejecutivo Federal en sus últimas mañaneras. En actitud maniquea; pisa el acelerador hasta el fondo de la polarización y división. Insiste en echarnos a pelear a los mexicanos para en el río revuelto, sacar raja política y pescar los beneficios propios de un autócrata.
Pretenden tomar el control del órgano electoral bajo el disfraz de una “reforma electoral”. Hay que decirlo con todas sus letras: López Obrador y su gente, le quieren arrebatar la democracia a los mexicanos. Por lograrlo, están decididos a todo. Aunque tengan que incendiar el país.
En la coyuntura, se ha dicho tanto de la intentona del presidente por capturar el INE. Los ciudadanos han reaccionado con una marcha el próximo 13 de noviembre. De origen solo sería en CDMX. El impacto ha sido tal que la semilla se ha esparcido por gran parte del país. El presidente desenmascarado, está más radicalizado.
Lo vemos enfurecido insultando a los ciudadanos. ¿Recuerda usted a un presidente en los últimos sexenios en esta actitud soez con sus gobernados?
En sus infamias que espeta a la nación desde su púlpito palaciego, López Obrador con risa sardónica y el sarcasmo propio de un demagogo echeverrista, espetó a los ciudadanos dispuestos a marchar por la defensa del INE el domingo 13 de noviembre: “…
Que se sepa que esa es una marcha, una manifestación en contra de nosotros por la política que estamos llevando a cabo en favor del pueblo, todos esos aunque vayan a misa los domingos, no le tienen amor al pueblo y son racistas, en su mayoría, clasistas, y muy hipócritas”. Lo dice el que desde la oposición, por décadas azuzó cientos de manifestaciones.
No tiene mucho, que decenas de analistas políticos como Jorge Volpi, Javier Tello Díaz, o Gibrán Ramírez, aseguraban que López Obrador es un político astuto, sagaz, y con una supuesta gran capacidad de comunicación. Siempre dije lo contrario. Cuando canceló el NAIM lo reafirmé. Ese punto de quiebre es significativo, allí comenzó la tragedia obradorista (siendo presidente electo aún).
El presidente no calculó que su iniciativa de reformar al INE en este momento sería como echar un disparo y que te salga el tiro por la culata. Tampoco esperemos que con la marcha modificarán y darán un cambio de timón.
Por el contrario, cuando ha estrellado con la realidad, su respuesta ha sido la de todo demagogo bananero: intensificar la narrativa de engaño y echarle más leña al fuego de la polarización.
El presidente norteamericano, Abraham Lincoln, decía: “La mayoría de los hombres soporta la adversidad, pero si quieres conocer el carácter de uno, dale poder”; sin duda estoy de acuerdo.
Pero agrego: ¿quieres conocerlo más, ahora quítaselo? Aún nos falta mucho por conocer de López Obrador y por supuesto, de esta ciudadanía mexicana de siglo XXI que exclama: ¡El INE no se toca, presidente! Las cartas están echadas.