UN DÍA SIN INTERNET | RODRIGO GONZÁLEZ ILLESCAS

23/09/2025
¿Qué pasa cuando apagamos el mundo digital? Rodrigo González Illescas nos invita a reflexionar sobre el vértigo de la hiperconectividad y la posibilidad de reconectar con lo esencial.
Un día sin internet

Quienes nacimos en la década de los ochenta del siglo pasado fuimos testigos de una transformación sin precedentes. Vimos el mundo antes de la hiperconectividad, cuando la comunicación era incipiente y todo parecía avanzar a otro ritmo.
No es poca cosa haber vivido esa transición: desde los teléfonos fijos y las casetas públicas hasta los primeros programas de computadora.

Recuerdo también la llegada de los beepers o busca personas, aquellos dispositivos que recibían mensajes alfanuméricos y que, en su momento, parecían sacados de una película de ciencia ficción. Cada uno de estos avances marcó un punto de quiebre, un antes y un después.
Por esos años cursaba la preparatoria, mientras tomaba una formación técnica en programación básica. Nunca olvido cómo, al finalizar el curso, nuestro profesor nos advirtió que la llegada de internet cambiaría todo lo que habíamos aprendido. «Mucho de esto pronto dejará de tener sentido», dijo. A la luz del tiempo, quizá tuvo más razón de la que entonces quisimos admitir.

Como si todo hubiera ocurrido ayer, hoy vivimos en una época en la que podemos ver televisión digital desde un teléfono, una tableta o cualquier pantalla. Estamos permanentemente conectados con personas al otro lado del mundo con solo abrir una aplicación. Podemos hacer llamadas desde un reloj inteligente. Todo está al alcance de un clic.
Pero, estimado lector, ¿se ha imaginado cómo sería un día sin internet?
Un día sin pantallas, sin hiperconectividad, sin la inmediatez de la información digital ni los efectos de la posverdad. Sin redes sociales, sin «me gusta».

Un día en el que solo existieran la radio, los periódicos impresos y la televisión tradicional.
Un día que nos transportara, como por un túnel del tiempo, a aquella otra era donde el mundo parecía más lento… también quizás, más presente.
Quizás más feliz. Y tal vez, menos estresante.
¡Un día sin internet es posible si decidimos desconectarnos!