QUÉ NO LOS REGRESEN NUNCA | OPINIÓN DE PATRICIA GUERRA FRESE

26/07/2025
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¿Qué representa realmente la presencia de estatuas de Fidel Castro y Che Guevara en la Ciudad de México? ¿Son símbolos de lucha o monumentos a la represión?
Qué No Los Regresen Nunca

«La historia es un relato que se escribe con la sangre de los inocentes.» Carlos Santayana
Esta reflexión nos lleva a cuestionar la presencia de estatuas de Che Guevara y Fidel Castro en la Ciudad de México, una urbe que, a lo largo de su historia, ha sido testigo de luchas y sufrimientos.
Mientras caminamos por sus calles, donde la memoria de grandes personajes se entrelaza con el presente, nos encontramos con la incómoda realidad de que, en lugar de honrar a quienes realmente lucharon por la libertad, estamos glorificando a figuras que, en su búsqueda de ideales, causaron un profundo dolor.
Fidel Castro, ese líder carismático que prometió una revolución, se convirtió en un símbolo de opresión. Desde 1959, su régimen no solo se encargó de erradicar a sus opositores, sino que instauró un sistema donde el miedo y la represión eran moneda corriente.

Según informes de Human Rights Watch, más de 15,000 ejecuciones extrajudiciales se llevaron a cabo durante su gobierno. ¿Es este el legado que queremos celebrar en nuestras plazas? La memoria de aquellos que sufrieron en manos de un sistema autoritario no puede ser ignorada.
Y aquí entra en juego la figura del Che Guevara, quien, a menudo, se presenta como un idealista. Sin embargo, su historia está marcada por decisiones que resultaron en la muerte de muchos.
Jon Lee Anderson, en su biografía «El Che: Una vida», nos recuerda que este guerrillero no dudó en aplicar la pena de muerte a quienes consideraba enemigos del estado. La imagen romántica del Che se desdibuja ante la realidad de sus actos, y su figura se convierte en un recordatorio de cómo los ideales pueden distorsionarse en la práctica.
Colocar estatuas de estos hombres en el corazón de nuestra ciudad es, sin duda, un acto de glorificación de la violencia. En la década de 1980, miles de cubanos se lanzaron al mar en busca de libertad, enfrentándose a un régimen que prefería disparar antes que dejarles escapar.
Este hecho debería hacernos reflexionar. La historia de Cuba no es solo una narrativa de revolución, sino también de sufrimiento, exilio y represión.

La memoria histórica es un componente esencial de nuestra identidad. Recordar lo que ha pasado es vital para no repetir los errores del pasado. Gabriel García Márquez, en su obra «El otoño del patriarca», nos advierte sobre los peligros de la idolatría hacia líderes que, en nombre de la revolución, pueden convertirse en opresores.
La figura del patriarca en su novela es un espejo de cómo el poder puede corromper a quienes lo ejercen, transformando a los liberadores en verdugos.
George Orwell, por su parte, en «1984», nos ofrece una crítica aguda sobre la manipulación de la historia y la construcción de mitos en torno a figuras autoritarias. Nos enseña que es fundamental cuestionar las narrativas oficiales y no permitir que la historia sea reescrita para servir a intereses políticos.
La existencia de estas estatuas en la CDMX podría interpretarse como un intento de reescribir la historia, presentando a estos líderes como héroes en lugar de los complejos personajes que realmente fueron.
La decisión de erigir estatuas de Che Guevara y Fidel Castro en nuestra ciudad debe ser objeto de un profundo debate. No se trata solo de arte o simbolismo; se trata de lo que elegimos recordar y honrar. En una ciudad que ha luchado por la justicia y los derechos humanos, es fundamental que nuestros monumentos reflejen esos principios.
Es esencial que la sociedad mexicana, en su conjunto, reflexione sobre qué figuras elige honrar. La historia está llena de personajes complejos, y es nuestra responsabilidad recordar no solo sus logros, sino también sus fracasos y las lecciones que podemos extraer de ellos.
En lugar de glorificar a aquellos que han causado sufrimiento, debemos buscar formas de conmemorar a quienes realmente han luchado por la libertad y la justicia.
En conclusión, la presencia de estatuas de Che Guevara y Fidel Castro en la Ciudad de México es un tema que merece un análisis crítico.
La glorificación de líderes que han estado involucrados en violaciones a los derechos humanos y en la represión de sus propios pueblos no solo es cuestionable, sino que también es un riesgo para nuestra memoria histórica y nuestros valores democráticos.
Como sociedad, debemos ser conscientes de las figuras que elegimos celebrar y asegurarnos de que nuestras decisiones reflejen un compromiso con la justicia, la paz y el respeto a los derechos humanos.
Análisis editorial
Honrar la memoria no es perpetuar el mito, sino abrazar la verdad con responsabilidad histórica. Que nuestros espacios reflejen lo que somos y lo que aspiramos a ser.