LA MENTIRA COMO NORMA, LUMINISCENCIA
LUMINISCENCIA
La opinión de Adrián Valencia, 25/01/2023
La mentira como norma
La mentira en el ejercicio de gobierno se ha vuelto norma en estos tiempos. Muchas cosas abonan para que esa brecha, entre la información real y la ciudadanía, se haga más profunda.
La expansión y herramientas publicitarias de la social media, el control de los medios tradicionales, la falta de educación cívica y de mecanismos de auditoría, las “estrategias” de comunicación gubernamental, la ausencia de responsabilidad ética.
Hoy se miente descaradamente a la opinión pública sin que haya consecuencias. Peor aún, se miente para justificar la falta de resultados, los fracasos, la negligencia, el cinismo. Se miente en todos los niveles y en todas las esferas.
No hay límites cuando se trata de incrementar las simpatías y preferencias electorales. Cuando se trata de maquillar cifras y “mejorar” indicadores.
Ahí está el presidente y múltiples ejemplos de mentira: la rifa del avión presidencial, el sistema de salud de primer mundo, el estado inmejorable de la economía nacional, la transformación.
Ahí están los gobernadores diciendo que en sus Estados todo va bien, pero Baja California, Zacatecas, Guanajuato, Veracruz y Guerrero, entre otras entidades, están en llamas; rebasadas por la violencia y la criminalidad.
Ahí están los servidores públicos impuestos como prebendas políticas, como pago de favores. A nivel federal sobran ejemplos: la CNDH, el Fondo de Cultura Económica, la CONADE, Pemex.
Pero lo mismo pasa en las administraciones estatales y municipales, en donde organismos, instituciones y secretarías se convierten en cajas chicas para muchos. Mientras tanto, repito, es el ciudadano quien paga los platos rotos.
La mentira nos ha inundado como sociedad, pero son nuestros representantes quienes encabezan esa praxis. Las consecuencias son muchas y muy graves: inoperancia de áreas estratégicas (principalmente financieras), deficiencia en los servicios, corrupción y desvío de recursos en la administración pública, normatividad sin sentido.
Sin embargo, para el gobernante, para el legislador, para el servidor público tradicional, “todo va bien”, solo hay buenos resultados.
El último ejemplo de mentira y de la falta de consecuencias está en la Suprema Corte. La mentira le explotó en la cara a la Ministra Yazmín Esquivel, con su plagio de tesis, confirmado por las autoridades de la Universidad.
Pero ella se mantiene en el cargo, sin el menor recato, sin el menor pudor. Que importa sí mintió, al final llegó a ese cargo por decisión política, no por ser acreedora al cargo.
La mentira vive entre nosotros y la realidad nacional, con todas sus carencias, sigue siendo la pesada losa de millones de mexicanos.