LA MEDIOCRIDAD DEL DEBATE PARLAMENTARIO | LA OPINIÓN DE ADRIÁN VALENCIA

31/08/2025
- Lo ocurrido ayer en el viejo salón de Xicoténcatl no fue un incidente aislado. Fue la confirmación —una más— de la profunda mediocridad que domina el debate parlamentario en México.
La mediocridad del debate parlamentario

El escenario que se vivió ayer en el viejo salón de Xicoténcatl no es un hecho aislado de la actividad política de nuestros días. Es, por el contrario, la confirmación de la mediocridad del debate parlamentario, de sus actores y de sus expresiones públicas.
Fernández Noroña, presidente de la Mesa Directiva del Senado, no fue la gota que derramó el vaso. Tampoco Alejandro Moreno, coordinador de la bancada priísta en la Cámara Alta. Ambos confirmaron rasgos de la personalidad que los define: son autoritarios, viscerales y estridentes.
Ni uno, ni otro son ejemplo a seguir, sino todo lo contrario. Sobre ambos pesan señalamientos de enriquecimiento ilícito.
Aunque la escena y el tema fueron profundamente trivializados en las redes sociales, de fondo hay una crisis que exhibe el nivel que se vive hoy en los recintos parlamentarios.
Ya no se debate, ya no hay intercambio de argumentos, ni retóricas efectivas. Los políticos de hoy, en particular los legisladores, huyen de las confrontaciones de alto nivel.
En su lugar se ha dado paso al boicot parlamentario, a la distorsión digital de mensajes y temas, a la polarización y a la falta de posiciones claras (y firmes) frente a temas de trascendencia nacional.
Pero esa crisis del parlamentarismo mexicano se ha profundizado. En lo personal considero que las últimas legislaturas que experimentaron debates de altura fueron la LXII y LXIII; aquellas que les tocaron temas de enorme envergadura como las reformas estructurales del Pacto por México.

El voto masivo en el caso de Morena y el corporativismo en el caso de los partidos de oposición, terminaron por afianzar la mediocridad de cuadros. Y aunque por supuesto existen perfiles destacados en el Congreso Mexicano, la ausencia de debate es notoria. Basta con preguntar a las y los mexicanos si conocen a sus Diputadas, Diputados y Senadores.
Si hablamos de los Congresos locales, la crisis es peor. Históricamente controlados por el Poder Ejecutivo, las líneas son marcadas y no existe lugar a la disidencia. Incluso las oposiciones trabajan, por decirlo de alguna forma, para el partido dominante, para el gobernador en turno.
Fernández Noroña cuenta con un largo historial de intolerancia y agresividad. Hoy le tocó una cucharada de su propia medicina y eso, equivocadamente creo yo, es celebrado por la opinión pública y la sociedad.
El problema de fondo es una clase política incapaz de construir argumentos, ideas y discursos que aborden, contrasten y coincidan en las soluciones estructurales que necesita el país.

Ya nadie debate con altura. Ya nadie se somete al escrutinio público de la tribuna. Es más fácil comunicar desde aquello que se controla, como las redes sociales.
Pero cuando se hace a conveniencia, eso también es desinformar, engañar y traicionar el cargo público para el cual han sido electas y electos. ¿Qué los hace pensar que son distintos?