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LA ELECCIÓN JUDICIAL / OPINIÓN DE RODRIGO GONZÁLEZ

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Las proyecciones del INE hablan de una participación que apenas rozó entre el 12.5% y 13.32% del padrón electoral.

LA ELECCIÓN JUDICIAL: LOS JUZGADORES NO SE ELIGEN, SE FORMAN 

PUNTO DE QUIEBRE
La opinión de Rodrigo González Illescas / Punto de Quiebre

02/06/2025

La elección judicial: los juzgadores no se eligen, se forman / #PuntoDeQuiebre

La elección judicial

El día de ayer, domingo 1 de junio, en una jornada marcada por la indiferencia, se celebraron las elecciones para jueces, magistrados y ministros.

Las proyecciones del INE hablan de una participación que apenas rozó entre el 12.5% y 13.32% del padrón electoral. Una cifra tan baja que no solo evidencia un proceso inédito, sino también profundamente problemático desde el punto de vista de la legitimidad democrática.

Las redes sociales, convertidas en nuevas urnas simbólicas, ofrecieron más imágenes de casillas vacías que de ciudadanos votando.

El ausentismo no es solo una estadística; es el reflejo de una ciudadanía desconectada, desinformada o, quizás, profundamente decepcionada. ¿Qué significa elegir cuando no se comprende a quién ni por qué?

El ausentismo no es solo una estadística; es el reflejo de una ciudadanía desconectada, desinformada o, quizás, profundamente decepcionada.

Más grave aún es trasladar el principio de elección popular al ámbito de la justicia. Los jueces no se eligen, se forman. La judicatura no puede ser un concurso de popularidad ni un juego de azar.

Los juzgadores deben surgir de rigurosos procesos de oposición, en los que se privilegie la preparación jurídica, la integridad ética y la sensibilidad humana. No se trata de rifar el cargo más votado, sino de elegir al jurista más capacitado, al más apto para ejercer justicia en nombre de todos.

Estamos, quizás, ante un punto de quiebre. Una democracia que se ejerce sin representación real, que confunde participación con validación, corre el riesgo de degradarse en populismo.

La verdadera democracia no se mide solo en votos, sino en la calidad de sus decisiones.

Elegir por elegir —sin valorar capacidades ni consecuencias— convierte la voluntad popular en un acto vacío, incapaz de sostener instituciones fuertes, independientes y confiables.

La verdadera democracia no se mide solo en votos, sino en la calidad de sus decisiones.

Y hoy, lo que está en juego no es solo una elección: es la legitimidad misma de nuestras estructuras de poder. Más allá de un acordeón está la justicia.

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