EL SILENCIO DE LOS TIGRES (COBARDES) | OPINIÓN ABOGADO NAKACHI

01/08/2025
El silencio de los tigres (cobardes)

La política mexicana se rige por la ley de la selva: el poder no se comparte, se ejerce y si es necesario, se disputa, se devora como aves de rapiña. En los últimos meses, tres figuras del lopezobradorismo duro han desaparecido del radar: Adán Augusto López, Ricardo Monreal y el mismísimo Andrés Manuel López Beltrán.
El primero, sacudido por la ‘barredora’, cada vez le salen más versiones sobre sus vínculos con grupos criminales. El segundo, relegado a una diputación que nadie toma en serio. Y el tercero, el heredero informal del obradorismo, borrado de la escena pública justo cuando más se hablaba de él.
¿Coincidencia? ¿Estrategia? ¿Venganza?

Todo indica que hay una mano detrás. Una mano femenina, científica, silenciosa… pero firme. Claudia Sheinbaum. La presidenta. La que soportó que la bajaran del templete, que la dejaran esperando, que la ningunearan en pleno Zócalo como si fuera una invitada de segunda en su propia fiesta.
Y eso, en política, no se olvida. Se cobra. O quizá ya no sirve a su amo sino al demagogo albino de América del Norte. Si así fuera, tampoco sería extraño. Así es la política. Así ha sido siempre.
Lo que vemos hoy es la reconfiguración del poder real. Claudia necesita gobernar. Para hacerlo, debe romper con las sombras que la escoltaron hacia el poder, pero que ahora amenazan con oscurecer su mandato.
Adán Augusto representa lo peor de la secta obradorista-echeverrista: negociaciones oscuras, pactos silenciosos, sospechas que ya no se pueden barrer debajo de la alfombra.
Monreal, con su colmillo filoso, se volvió un estorbo más que un activo.
Y Andy… Andy creyó que bastaba con el apellido, pero olvidó que el poder no se hereda: se ejerce.
Los tres han sido replegados. Y no por la oposición, claro. La oposición está demasiado ocupada haciendo lo que mejor sabe: nada.
En estos días, uno esperaría que la oposición alzara la voz, señalara los vínculos oscuros, preguntara dónde están los poderosos de ayer. Pero no. Están callados. Paralizados. Les dio en mal síndrome de Anaya: solo hablar como perico de lengua negra pero con una narrativa hueca.
Alito y compañía siguen abrazados a su irrelevancia con ternura bovina. Ya no son oposición: son espectadores de lujo con sueldo público, aplaudiendo con disimulo cada vez que el oficialismo les arroja una migaja.
El país se redibuja y ellos siguen esperando a que les marquen desde Miami, desde Atlanta o desde Polanco. Pobres: hasta para ser cobardes hay que tener algo de estilo.
Huroneo

Y mientras Alito, Jorgito Romero y Maynez, los tres presidentes de los partidos de oposición de caricatura practican el arte milenario de no hacer nada, Morena ya está en su propia guerra interna, con corrientes, cuchilladas, traiciones y fuego amigo… Y aun así, es más probable que implosione Morena desde sus entrañas a que esta “oposición” tenga la valentía de salir del clóset del silencio.
Así están las cosas: la secta pejista en guerra civil y la oposición jugando a las escondidas. Solo falta que alguno publique: “Nos vemos en 2030… no mejor nos vamos al mundial”.
Una lectura que exige no sólo ojos abiertos, sino conciencia afilada.
Esta columna forma parte de Bitácora de la Luna, un espacio para pensar el país desde el filo de la crítica. Publica: Abogado Nakachi | Opinión editorial: La Evidencia News