EL FUNERAL DEL INAI LA TRANSPARENCIA COMO VÍCTIMA DEL PODER

19/03/2025
El funeral del INAI: la transparencia como víctima del poder / #Dimittis

Mientras el régimen nos distrae con el video que publicaron supuestos miembros del CJNG, para deslindarse del campo de exterminio en Teuchitlán, Jalisco, hoy 18 de marzo quedará registro de la última sesión del Pleno del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI).
El próximo jueves 20 de marzo oficialmente muere el INAI.
La desaparición del INAI, antes conocido como IFAI, marca un golpe devastador contra la democracia mexicana. También es parte de la herencia del desaparecido antecesor de la hoy presidenta.
Lo que alguna vez fue un contrapeso clave contra la opacidad gubernamental ha sido sepultado en nombre de una falsa austeridad y un supuesto fortalecimiento de la “voluntad popular”.
En su lugar, la Secretaría del Buen Gobierno y del Pueblo asumirá las funciones de acceso a la información y protección de datos, una jugada que no solo es una contradicción evidente, sino una maniobra para aniquilar cualquier vestigio de fiscalización independiente.

Vaya que iba en serio esa arenga mafufa de “¡Al diablo con sus instituciones!”
Recordemos que el IFAI nació en 2002 en un México que intentaba deshacerse de su herencia autoritaria.
Gradualmente bajó a los estados a través de los distintos institutos locales. Para que no quede duda, la última entidad en abrirle la puerta a la transparencia y rendición de cuentas fue el entonces Gobierno del Distrito Federal, entonces bajo la titularidad de López Obrador.
En su origen el INAI tuvo como un objetivo simple pero crucial: garantizar que cualquier ciudadano pudiera exigir cuentas al gobierno, promoviendo la rendición de cuentas y limitando la discrecionalidad del poder.
Con el tiempo, su labor incomodó a gobiernos de todos los colores, pues se convirtió en un muro de contención contra la corrupción y el abuso.

Cuando se transformó en el INAI durante la gestión del taimado Peña Nieto en 2015, su función se amplió, otorgándole autonomía constitucional y facultades para garantizar la protección de datos personales.
La transparencia, lejos de ser un capricho burocrático, se convirtió en una herramienta de la ciudadanía para auditar el ejercicio del poder y exponer irregularidades.
El proceso de extinción del INAI no ocurrió de la noche a la mañana. A partir de diciembre de 2018 y durante años, el gobierno federal recortó su presupuesto, bloqueó el nombramiento de comisionados y paralizó su operatividad.
La narrativa del destructor demagogo −hoy desparecido− lo redujo a un “aparato innecesario”, sosteniendo que su labor podía ser absorbida por el propio gobierno.
El golpe final llegó con la reforma que lo disolvió, dejando sus funciones en manos de la recién creada Secretaría del Buen Gobierno y del Pueblo, una entidad bajo el control directo del Ejecutivo Federal; es decir, regresamos a los años setenta del partido hegemónico y todopoderoso que a nadie rendía cuentas.

Este movimiento no es solo una reconfiguración burocrática: es una sentencia de muerte para el derecho a la información.
Entregar la fiscalización de la transparencia a un órgano gubernamental es como poner a un lobo a cuidar a las ovejas. O poner al sacerdote Marcial Maciel a cuidar una primaria.
¿Quién garantizará ahora que los datos sobre desvíos, contratos oscuros y abusos del poder salgan a la luz?
El cierre del INAI deja un vacío devastador en el juego político. La transparencia ya no será un derecho ciudadano, sino una concesión del poder.
La desaparición de este contrapeso abre la puerta a un Estado más opaco, donde el acceso a la información dependerá de la voluntad de los gobernantes y no de una institución autónoma.
Sin transparencia, la corrupción florece. Los ciudadanos pierden la capacidad de vigilar a sus gobernantes, y la rendición de cuentas se convierte en un concepto abstracto.
La eliminación del INAI no solo es un golpe contra la democracia, sino una señal alarmante de que México ya es un régimen autoritario y opaco.
¿Quién va a confiar en México para invertir su capital?
La desaparición del INAI no es un accidente ni una medida aislada. Es el resultado de una estrategia deliberada de López Obrador para eliminar cualquier rastro de vigilancia sobre su gobierno.
Desde el inicio de su sexenio, AMLO despreció la transparencia, se burló de las instituciones y gobernó con la lógica del “yo tengo otros datos”, reduciendo la rendición de cuentas a su infame mañanera.
El discurso de la “austeridad” fue la coartada perfecta para desmantelar al INAI, pero la verdadera razón es más perversa: con su eliminación, el gobierno de la autodenominada Cuarta Transformación se garantiza que nadie pueda fiscalizar sus negocios, sus contratos y sus abusos.
Lo que hoy presenta como un “ahorro” es, en realidad, una inversión en impunidad.
AMLO pasará a la historia no como el presidente del pueblo, sino como el destructor de los contrapesos democráticos.

Su supuesta lucha contra la corrupción terminó siendo una farsa: su gobierno, plagado de escándalos, ahora se blinda con la opacidad total.
El INAI era un obstáculo para sus ambiciones absolutistas, y su eliminación confirma lo que muchos temían desde el inicio: el poder, sin vigilancia, se convierte en dictadura.
Hoy México es un país donde preguntar incomoda, donde la transparencia es vista como enemiga y donde la presidenta se ha erigido como único juez de la verdad.
Pero la historia no perdona, y cuando el velo de la propaganda caiga, quedará expuesto el verdadero rostro de su gobierno: el de la corrupción, el engaño y el autoritarismo.
Huroneo

Qué goliza a México. El régimen de la cacocracia ya es todopoderoso. Con la defunción del INAI, ya no existen contrapesos institucionales.
Solo les quedan dos nichos ciudadanos: el frente religioso y las redes sociales. Voraces, ya operan contra las segundas, y la primera… es cuestión de tiempo.
Así son las dictaduras.