13 DE ABRIL, EL DÍA EN QUE MURIÓ UN LIBERAL Y TRIUNFÓ LA DEMOCRACIA / OPINIÓN DEL ABOGADO NAKACHI

13 de abril, el día en que murió un liberal y triunfó la democracia / #Dimittis

El pasado 13 de abril fue una fecha cargada de símbolos para América Latina. Ese día murió en su natal Perú, Mario Vargas Llosa, uno de los grandes escritores del idioma español y acaso el intelectual más lúcido en la defensa del liberalismo democrático en nuestra región.
Ese mismo domingo, en Ecuador, Daniel Noboa celebraba una victoria contundente en las urnas, en un momento crucial para su país y la región, asediada por el virus populista ligado a la mafia castrochavista. Para estos autócratas ligados al ominoso Grupo Puebla, Ecuador es clave.
Mientras el mundo despedía a quien dedicó su obra —y su vida— a combatir el autoritarismo, el populismo y la resignación, Ecuador elegía avanzar por el camino de la libertad y la institucionalidad. No se trata de una simple coincidencia: se trata de un signo.

En medio del estruendo continental provocado por regímenes autoritarios —del México que calla con Claudia Sheinbaum al Venezuela que miente con Nicolás Maduro—, el caso ecuatoriano aparece como una bocanada de aire fresco.
La presidenta mexicana prefirió guardar silencio ante el triunfo democrático de Noboa, un gesto que no solo delata cálculo político, sino una peligrosa complacencia con el autoritarismo.
Su silencio es elocuente y nos grita en la cara que al país lo preside una autoritaria sin pudor. Igualita de caradura que su predecesor y hacedor.
Peor aún, el dictador venezolano recurrió al infame libreto del “fraude”, demostrando, una vez más, que lo único espurio en su país es su permanencia en el poder.
Ambos, Sheinbaum y Maduro, representan la continuidad de una lógica de poder que no tolera la alternancia ni la crítica. Una secta ideológica, narco-chavista-castrista, que ha convertido la política en culto, la disidencia en delito y la miseria en programa de gobierno.

Por eso la victoria de Noboa importa. Porque en un continente tan golpeado por el miedo, el clientelismo y la violencia, recordar que las instituciones aún pueden tener sentido y que la ciudadanía aún puede elegir con dignidad es, en sí mismo, un acto de resistencia.
Vargas Llosa habría celebrado esa jornada. Porque su pluma, desde Conversación en La Catedral hasta La llamada de la tribu, fue siempre un alegato por la libertad individual, la razón crítica y la democracia liberal. Murió un liberal ese día, sí. Pero en Ecuador, el liberalismo político ganó una batalla.
Y en América Latina, eso no es casualidad. Es esperanza.
Huroneo

Vargas Llosa no se equivocó cuando advirtió, con claridad y valentía, que México había cometido en 2018 un grave error al elegir a un demagogo populista antiliberal como Andrés Manuel López Obrador.
Hoy, su legado intelectual se convierte en advertencia profética: lo que empezó como promesa de transformación, terminó en retroceso autoritario, militarización, sumisión a los dictadores del continente y ataque sistemático a la prensa y las instituciones.
Vargas Llosa entendió antes que muchos que en América Latina no hay margen para el autoengaño: cuando se vota contra la libertad, no hay matices, solo consecuencias.